domingo, 3 de febrero de 2013

RECOVECOS







Cuando creí sentir la ausencia ya de despedida, la no mirada hacia atrás, el vivir aquí y ahora, escuchando mis pasos al caminar hacia ninguna parte, cuando la relación afectiva está en plena ITV y el espacio compartido se encuentra en pleno salto, aparecieron ante mi los rincones del miedo tras un pequeño y nuevo hecho. 
En mi bolso llevaba mis esquemas musicales, mis partituras, las de la grabación que íbamos a iniciar en breve en el estudio. Iván y yo introducíamos los instrumentos que habíamos dejado a la entrada lentamente; la puerta abierta. Había dejado mi bolso sobre alguno de ellos. Cuando tan solo nos quedaban un par por meter, observo que mi bolso no está. Pregunto a Iván, corro hacia el bar donde previamente habíamos tomado un te. Estaba seguro, lo había dejado sobre los instrumentos. 
Me lo habían robado... 
Y apareció la desazón, la duda, ¿podría recordar todos los arreglos de guitarra, las entradas, los matices, los cambios armónicos con la "Mbira" en la última y recién mirada canción?.
Inseguro, tenso, condicionado. Y el tiempo límite de grabación...
Tardé en reponerme. Una prueba más... 
A la mente le cuesta perder las referencias; necesita asideros. El ego se ve en peligro y no es fácil soltar hasta las últimas amarras. Aceptar la limitación, el saber ser-estar con lo que en cada momento tenemos, somos; con nuestras "peplas", nuestras torpezas, dándole derecho de existencia a nuestras sombras, parte de lo que somos. No basta con saberlo, hay que SABERLO desde la acogida, el abrazo interno. El que soy.
Y es que el aprender a quererse pasa por ahí, por el recorrido de cada recoveco sin dejarse uno, conquistando nuestra libertad, nuestro poder, nuestro re-conocimiento sin necesitar ya personas o cosas para sentirnos segur@s, mientras una gran serenidad alcanza cada rincón de nuestro ser sustituyendo, finalmente, al paralizante miedo.

Libres.

A.K.





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