sábado, 17 de noviembre de 2012

EL CANTO DE LA TIERRA





¿Somos conscientes de los sonidos que nos rodean?

El cerebro suele funcionar con órdenes selectivas. Solemos enfocar nuestra atención en una dirección concreta, eliminando así la posibilidad de una percepción consciente más abierta.
Por otra parte, claro,  tiene su utilidad, pues si, por ejemplo, nos encontramos en un lugar lleno de gente con  conversaciones simultáneas en acción, sin esa selección, nos sería especialmente difícil  el mantener una clara comprensión respecto a lo que estamos escuchando.
Pero acercándonos más a la escucha consciente de lo que nos rodea, especialmente respecto a los sonidos de la naturaleza, habría que contar previamente con darnos la oportunidad de generar un silencio interior, de parar al llamado “mono loco”, la mente que con su “run-run” permanente nos impide conectarnos con ese mundo que nos rodea. Le hemos dado tanto protagonismo a esa parte de nuestro ser que ya nos cuesta lo indecible el pararlo, el decirle que se quede en silencio, que ha dejado finalmente de ser el protagonista de esta ruidosa película.
Cuando logramos esto, se abre todo un mundo, tanto hacia dentro como hacia fuera. Podemos escuchar por fin nuestros sonidos internos y esos otros, los naturales, y algo especial comienza a ocurrir…
Una buena amiga llamada Eva Julián - y no solo ella, numerosos investigadores , como National Trus o el grupo multidisciplinar dirigido por Peter Gariaev -  lleva ya una buena cantidad de años investigando sobre la influencia ejercida por los sonidos de la naturaleza en el ser humano. Me parece un trabajo precioso que nos abre infinitas puertas.
Eva, on un programa informático especial, analiza las frecuencias emitidas en determinados ecosistemas a lo largo y ancho de todo el mundo. Graba tanto animales, como brisas y vientos, cascadas, torrentes, ríos y riachuelos, el mar en sus diferentes estados, en calma, bravío…, y claro, también y especialmente, el canto de los pájaros.
Al recoger las frecuencias, estas se plasman en una imagen tridimensional y cromática, determinando en qué zona de nuestro cuerpo está ejerciendo su influencia. Y no sólo eso, sino que se puede comprobar algo especialmente emocionante. El mismo pájaro, el mirlo, por ejemplo, con su canto, rico, variado y bello donde los haya, va a emitir unas frecuencias distintas según la hora del día, aunque a nosotros nos suene aparentemente igual. ¿Por qué ocurre esto?
Más sorprendente aún es ver cómo el ecosistema correspondiente, si está sano, es decir si no está machacado por cualquier tipo de polución, cambia de emisión de frecuencias si un ser humano entra en él o no.
Ese bosque, como ser vivo que es, va a realizarnos un “escáner” - sí, sorprendente - que detectará nuestro estado de frecuencia, y si, dado el caso, no está en consonancia con él, en equilibrio, emitirá unos sonidos que nos van a armonizar con el medio y con nosotros mismos. Es por ello que cuando paseamos por la naturaleza nos sentimos reconfortados; no sólo por la belleza del lugar en el que nos encontramos, la que nos entra por los ojos, o por su olor, sino por su canto, el que equilibra nuestro ser.
Los pájaros, los árboles, el agua…, todo está emitiendo un sonido sanador. Lo sepamos o no. Es el Canto de la Tierra.
Influye en nuestro estado emocional, físico y mental.
No sólo escuchamos con nuestros oídos, es también a través de nuestro cuerpo que la vibración alcanza por resonancia cada célula, cada rincón de nuestro ser.
Nuestra percepción auditiva normal es muy limitada, va de los 16 a, como mucho, 25000 Hz (frente a los 200.000 que alcanza un delfín (?!!)).
Que no escuchemos los sonidos de alta o baja frecuencia por encima o debajo de este rango, no quiere decir que no existan, pero nuestras células sí van a vibrar con ellas. Insisto, seamos conscientes de ello o no. Esto es naturalmente aplicable al resto de nuestras percepciones, a lo que hemos decidido llamar, hasta ahora, “la realidad”…
El grupo previamente mencionado dirigido por Gariaev, director del Instituto de Biología y Medicina por Ondas en Moscú, miembro de la Academia Rusa de Ciencias Naturales, miembro de la Academia Rusa de Ingeniería y Medicina, y miembro también de la Academia de las Ciencias de Nuevo York , ya afirma que llegaremos a la Vacuna Sonora, la armonización y equilibrado de nuestros órganos a través del sonido, de determinadas frecuencias que nos ayudarán a recuperar la salud, fuera ya de otro tipo de vacunas con sus efectos secundarios, nocivos, para nuestro cuerpo (… y cuidado con la industria farmacéutica que intentará vendernos pastillas sonoras…).
Esto, “curiosamente” ya era sabido y utilizado hace miles de años, tanto por la medicina Egipcia como la Esenia, por ejemplo…

Paseemos pues por la naturaleza, impregnémonos de ella, incluso emitamos nuestro propio canto, compartiéndolo.

Álex Kirschner
Noviembre 2012







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