¿Somos
conscientes de los sonidos que nos rodean?
El
cerebro suele funcionar con órdenes selectivas. Solemos enfocar nuestra
atención en una dirección concreta, eliminando así la posibilidad de una
percepción consciente más abierta.
Por
otra parte, claro, tiene su
utilidad, pues si, por ejemplo, nos encontramos en un lugar lleno de gente con conversaciones simultáneas en acción,
sin esa selección, nos sería especialmente difícil el mantener una clara comprensión respecto a lo que estamos
escuchando.
Pero
acercándonos más a la escucha consciente de lo que nos rodea, especialmente
respecto a los sonidos de la naturaleza, habría que contar previamente con
darnos la oportunidad de generar un silencio interior, de parar al llamado
“mono loco”, la mente que con su “run-run” permanente nos impide conectarnos
con ese mundo que nos rodea. Le hemos dado tanto protagonismo a esa parte de
nuestro ser que ya nos cuesta lo indecible el pararlo, el decirle que se quede
en silencio, que ha dejado finalmente de ser el protagonista de esta ruidosa
película.
Cuando
logramos esto, se abre todo un mundo, tanto hacia dentro como hacia fuera.
Podemos escuchar por fin nuestros sonidos internos y esos otros, los naturales,
y algo especial comienza a ocurrir…
Una
buena amiga llamada Eva Julián - y no solo ella, numerosos investigadores ,
como National Trus o el grupo multidisciplinar dirigido por Peter Gariaev - lleva ya una buena cantidad de años
investigando sobre la influencia ejercida por los sonidos de la naturaleza en
el ser humano. Me parece un trabajo precioso que nos abre infinitas puertas.
Eva,
on un programa informático especial, analiza las frecuencias emitidas en
determinados ecosistemas a lo largo y ancho de todo el mundo. Graba tanto
animales, como brisas y vientos, cascadas, torrentes, ríos y riachuelos, el mar
en sus diferentes estados, en calma, bravío…, y claro, también y especialmente,
el canto de los pájaros.
Al
recoger las frecuencias, estas se plasman en una imagen tridimensional y
cromática, determinando en qué zona de nuestro cuerpo está ejerciendo su
influencia. Y no sólo eso, sino que se puede comprobar algo especialmente
emocionante. El mismo pájaro, el mirlo, por ejemplo, con su canto, rico, variado
y bello donde los haya, va a emitir unas frecuencias distintas según la hora
del día, aunque a nosotros nos suene aparentemente igual. ¿Por qué ocurre esto?
Más
sorprendente aún es ver cómo el ecosistema correspondiente, si está sano, es
decir si no está machacado por cualquier tipo de polución, cambia de emisión de
frecuencias si un ser humano entra en él o no.
Ese
bosque, como ser vivo que es, va a realizarnos un “escáner” - sí, sorprendente
- que detectará nuestro estado de frecuencia, y si, dado el caso, no está en
consonancia con él, en equilibrio, emitirá unos sonidos que nos van a armonizar
con el medio y con nosotros mismos. Es por ello que cuando paseamos por la
naturaleza nos sentimos reconfortados; no sólo por la belleza del lugar en el
que nos encontramos, la que nos entra por los ojos, o por su olor, sino por su
canto, el que equilibra nuestro ser.
Los
pájaros, los árboles, el agua…, todo está emitiendo un sonido sanador. Lo
sepamos o no. Es el Canto de la Tierra.
Influye
en nuestro estado emocional, físico y mental.
No
sólo escuchamos con nuestros oídos, es también a través de nuestro cuerpo que
la vibración alcanza por resonancia cada célula, cada rincón de nuestro ser.
Nuestra
percepción auditiva normal es muy limitada, va de los 16 a, como mucho, 25000
Hz (frente a los 200.000 que alcanza un delfín (?!!)).
Que
no escuchemos los sonidos de alta o baja frecuencia por encima o debajo de este
rango, no quiere decir que no existan, pero nuestras células sí van a vibrar
con ellas. Insisto, seamos conscientes de ello o no. Esto es naturalmente
aplicable al resto de nuestras percepciones, a lo que hemos decidido llamar,
hasta ahora, “la realidad”…
El
grupo previamente mencionado dirigido por Gariaev, director del Instituto de
Biología y Medicina por Ondas en Moscú, miembro de la Academia Rusa de Ciencias
Naturales, miembro de la Academia Rusa de Ingeniería y Medicina, y miembro
también de la Academia de las Ciencias de Nuevo York , ya afirma que llegaremos
a la Vacuna Sonora, la armonización y equilibrado de nuestros órganos a través
del sonido, de determinadas frecuencias que nos ayudarán a recuperar la salud,
fuera ya de otro tipo de vacunas con sus efectos secundarios, nocivos, para
nuestro cuerpo (… y cuidado con la industria farmacéutica que intentará
vendernos pastillas sonoras…).
Esto,
“curiosamente” ya era sabido y utilizado hace miles de años, tanto por la
medicina Egipcia como la Esenia, por ejemplo…
Paseemos
pues por la naturaleza, impregnémonos de ella, incluso emitamos nuestro propio
canto, compartiéndolo.
Álex
Kirschner
Noviembre 2012
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